Creo que han pasado ya diez años desde que escribía el “Ejercicio de la Semana”. Cada lunes de la semana me sentaba con mi computador y divagaba sobre las cosas que estaba sintiendo y las plasmaba en un texto para compartirlo.
Son las cinco de la mañana, hace una hora que estoy despierta y tengo energía para dar y regalar. No sé exactamente la causa de este desvelo, pero está sucediendo de vez en vez, desde hace unas semanas. Y mientras pensaba por qué podría estar sucediendo, recordé el tiempo en que esto me habría ocurrido previamente. Fue alrededor de hace diez años atrás, tal vez un poco más, y fue cuando comencé a escribir el ejercicio de la semana.
Me pregunté porqué dejé de escribirlo, y di con tiempos muy intensos, de mucho dolor y rabia en los que simplemente me cerré. Ahora puedo ver que estaba viviendo la transformación más grande que he tenido en la vida. Enfrentarme a mis pesadillas más grandes y salir viva de ahí.
Hoy quiero escribir sobre la frustración. Para mí la frustración precede un período de intenso cambio. Al recordar esos tiempos y hacer el paralelo con lo que me sucede en este tiempo, me doy cuenta de que la frustración que siento ahora, era idéntica a la que viví hace alrededor de 12 años atrás. Los escenarios de entonces y los de ahora son muy diferentes, y sin embargo iguales. La sensación de estar metida en la rueda del hámster. Por supuesto que si soy honesta, veo que la vida en la que me muevo puede ser infinitamente más entretenida de lo que es la vida de millones, porque manejo mis tiempos, mis proyectos y aparentemente tengo la ilusión de ser libre. Pero en la práctica, la rueda del hámster no tiene solo que ver con la rutina, si no el no avanzar a nuevas experiencias de vida que me generen desafíos, adrenalina, la pasión de un nuevo reto que permite cambiarse a una línea de tiempo completamente diferente. Y sí, me siento frustrada, porque veo cómo la matrix ahora tiene más colores y escenarios, pero sigue siendo la repetición de lo mismo.
La frustración precede al cambio cuando nos damos cuenta de que estamos aburridos y comenzamos a crear (primero en nuestra mente) nuevos escenarios que nos podrían catapultar a una experiencia diferente.
La frustración podría llevarnos a la depresión, si creemos que no hay salida y nos resignamos a una muerta lenta y dolorosa, esperando que pase el día que viene y tal vez algo cambie, pero sin cambiar nosotros.
El cambio siempre debe ser precedido por un imaginarse que las cosas pueden cambiar. El empoderarse para ver más allá de la rutina, de lo conocido y lo predecible.
El cambio es el resultado, no la causa y claro está que el catalizador del cambio es siempre y sin excepción un movimiento interno que sucede muchas veces, la mayoría, porque afuera ocurre eso que nos hace despabilar. Es como el shock de un auto que se acaba de pasar la luz roja y estuvo a punto de impactar contra ti, mientras tu manejabas en modo automático, con la mente en cualquier parte, por la misma ruta de cada día, para el mismo lugar de cada día, a la misma hora de cada día. Pero ese auto, que pasó a un milímetro te trae de vuelta y te preguntas qué hubiera pasado si… y de nuevo estás despierta agradeciendo ese nuevo día y preguntándote qué harías si te dijeran que este es el último día de tu vida.
El cambio es algo que ocurre como resultado de una crisis, pero la crisis podría también llevarnos a un profundo pozo si no nos damos cuenta de que lo que ocurre es un “despertador”. La mayoría de las personas cuando viven una crisis, intentan capear la ola, y apenas pasa tratan de volver a la rutina lo antes posible para volver a capear la siguiente y rezar para que no haya más. Pero siempre hay más, algunas olas son pequeñas, otras son tsunamis, como al que vivimos colectivamente el 2020 y que pareciera que olvidamos rápidamente.
La pregunta que me hago esta noche es si estoy dispuesta al cambio. La ola que viene es tal vez pequeña, pero me hace darme cuenta de que me genera una profunda frustración, y algo tiene que cambiar para que la vida vuelva a estar entretenida.
Entonces me embarco en el primer paso, el inicio de todo cambio: Comienzo a imaginar qué es lo que realmente quiero para este nuevo ciclo, qué es lo que me gustaría vivir ahora. A todos los están frustrados, aunque sea un poco, les invito a hacer lo mismo.