En pocos días enfrentamos la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Las posibilidades son dos polos, y no importa si buenos o males. Son dos polos. Cuando tomamos partido por uno de los dos, necesariamente adherimos a uno de los polos, y eso nos vuelve a poner en la separación, porque adherir a uno implica rechazar a otro.
No estoy diciendo que no marques tu preferencia el día de la elección, sin duda puedes marcar qué prefieres. Pero marcar una preferencia no tiene nada que ver con polarizarse. La otra opción no es la muerte, no es la destrucción, no es la oscuridad. Los discursos de odio, de rechazo, las mentiras han marcado los últimos meses, porque unos y otros creen que el bando opuesto es el fin y que lo que defienden es la salvación.
Una cosa es elegir entre propuestas de gobierno y me pueden gustar más unas que otras. Es más, incluso puedo tener un pensamiento político más afín con uno que con otro, pero si te abanderizas, si te polarizas estás perdiendo tú, estoy perdiendo yo, porque vuelvo a caer en la separación y en la dualidad.
La separación es miedo y el miedo es ego. El ego nos impide poder confiar en que todos somos parte de algo mucho más grande. La separación me hace vulnerable, me hace dependiente, me esclaviza. En unos días elijamos nuestra preferencia como quien elige entre una torta de piña o de frambuesa. Lo que elijamos la mayoría, será lo que se sirve en la mesa.